domingo, 18 de febrero de 2018

Conan y Las Cuatro Fuentes de la Ciudad Prohibida de Thurb - 0 PREFACIO

Esta es una historia de Conan que escribimos hace años mi amigo Jon y yo.

Voy a ir publicando aquí los capítulos junto con el enlace al podcast donde narro la historia.

- Prefacio -




“Y surgirá de entre las aguas 
con más esplendor que antaño
aquel cuyo nombre es odiado.

Y entonces los malditos
reinarán sobre la tierra .”
( Los Pergaminos de Eskelos )


El hombre se agazapó entre la espesura y apartó con su mano unos matorrales que le impedían ver con claridad al hermoso animal. Era un ciervo que pacía tranquilamente sin sospechar que los ojos del cazador furtivo se habían posado sobre él, y ya estaban calibrando su peso y la cantidad de carne fresca que podría conseguir gracias a un disparo certero. Tensó su arco y apuntó cuidadosamente. Un sólo tiro afortunado y su familia disfrutaría de una comida digna de la mesa de un rey durante unos cuantos días. Lo suficiente, pensó, hasta que volviera a presentársele una ocasión parecida.


No llegó a disparar su flecha. Un estruendoso sonido rompió el silencio del bosque haciendo que el veloz animal huyera vertiginosamente. El hombre maldijo su suerte e inició una vertiginosa carrera en pos del ciervo. Era inútil. Había perdido su pista. Con un gesto de contrariedad se acercó a un arroyo cercano para apagar su sed. Ya era tarde. Volvería a su casa y esperaría otra ocasión más propicia para lograr cobrarse una buena pieza. Se dirigió hacia allí maldiciendo, y preguntándose qué demonios habría causado aquel desafortunado ruido.

Al llegar al lugar donde esperaba encontrar el riachuelo no pudo creer en su mala suerte. Estaba seco. Asombrado, saltó dentro del mismo y pudo comprobar que no había ni una sola gota de agua en el sitio en el que ésta siempre había bullido fresca y cristalina. Escupió en el lecho vacío y polvoriento del arroyo y se decidió a continuar su camino sin dejar de soltar juramentos e improperios. No era su día.

Su pié tropezó con algo duro y se agachó a examinar de qué podía tratarse. Era una piedra, blanca como la cal pero que parecía brillar con luz propia. Alargó su mano para recogerla, movido por la curiosidad. Cuando sus dedos se acercaron a ella redobló la intensidad de su fulgor, hasta tal punto que casi le deslumbró. La tocó, y al hacerlo las venas parecieron helársele dentro de la piel. Quedó paralizado, sin tan siquiera poder gritar para aliviar su dolor mientras un fuego abrasador comenzaba a consumirle lentamente.

La agonía prosiguió durante minutos que parecieron horas. Hasta que su cuerpo era ya tan solo una momia carbonizada que se partió en dos para, de su interior, surgir una fuerza que bramó su deseo incontenible de libertad a los cuatro vientos con mayor intensidad que la que puede esperarse de ningún ser vivo. A lo lejos, como si se tratara de un eco lejano, el viento devolvió el sonido repetido. Un sonido que pudo volver a escucharse una vez más.


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Tema Prometheus de Antarticbreeze

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