Desde que entro en foros y blogs en internet, siempre he sido de los que comentan y participan. De hecho comento más en blogs que escribo.
Evidentemente no siempre lo hago, sólo en aquellos sitios que visito con frecuencia o en aquellos artículos que me han parecido interesantes.
Creo que hay que hacerlo así. Internet tiene la ventaja de que cuando escribes un artículo, este se puede convertir en un debate y eso es enriquecedor. Una de las pegas que le veo a los programas agregadores de feeds como Google Reader es que no agregan los comentarios, y leer los comentarios es tanto o más interesante que el artículo. Por eso, casi siempre, acabo yendo a la página original y
Google Reader sólo me sirve de aglutinador desde el que voy leyendo, enlazando y comentando.
Sinceramente, pienso que hay que participar y os aseguro que, al menos en mi caso, cuando se escribe algo aquí, es porque se espero que sea leído y debatido.
En cualquier caso, es algo extrapolable a cualquier ámbito de la vida. Ir a una conferencia interesante, que el ponente de paso a un turno de ruegos y preguntas y que nadie se anime a participar, lo único que hace es desmerecer la conferencia. Todos los que han asistido, pierden la oportunidad de sacar algo más de ella.
Yo doy muchas conferencias a lo largo del año y os aseguro que es muchísimo más interesante cuando se genera debate. Y esto me pasa también cuando soy yo parte del público.
Lo malo es que la gente sí tiene interés, y cuando acabas se te acercan y te preguntan en privado. Esto es una pena, porque precisamente han privado a los demás de poder enriquecerse con esa duda o comentario.
El mismo ejemplo nos vale para una clase en la universidad, una reunión en el trabajo o con los vecinos, etc.
Vivimos en un país que presume de espontaneidad, pero en el que el miedo al ridículo roza precisamente lo ridículo.
Por eso os animo a comentar y participar. En este blog y en cualquiera de los que leáis y en cualquier otro tipo de foro.
No os mantengáis al margen.
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